Lo publiqué en
http://groups.google.es/group/es.rec.tr ... f652c09e1e hace algún tiempo, pero creo que viene a cuento:
El 14 de agosto quien no estaba de vacaciones hacía puente. Como yo era el más nuevo del Departamento, tenía que estar en Madrid, al pie del cañon. Próximo el final de la jornada, el jefe me puso en la mano un sobre de la CIWL y el importe de cuatro días de dieta. Esa misma noche tenía que irme de viaje, había una avería en la red de comunicaciones del Patrimonio Forestal del Estado que afectaba a la jefatura en Badajoz, y había que actuar de inmediato. Cogí la documentación de la instalación, algunos repuestos y el equipo de medida más imprescindible, pasé por casa para recoger una muda y a eso de las 9 de la noche estaba en la estación de las Delicias con tiempo para curiosear un poco por aquel auténtico museo vivo.
Por ver salir el Lusitania Expreso casi acabo vestido de limpio. Instantes antes de arrancar, el fogonero activó el tiro y la máquina lanzó por la chimenea una buena rociada de fuel. A otro que estaba allí lo puso perdido y yo me salvé de milagro.
Mi coche era uno de esos ingleses (¿Metropolitan Camel Carriage?) de los años 20 o 30, con mucha marquetería, conductor con uniforme más bien decimonónico, y un mozo que colocaba el equipaje y además en las paradas limpiaba los pasamanos exteriores para que los viajeros que bajaban y subían no se manchasen las manos. En cabeza otra hermosísima locomotora de vapor a la que no quise acercarme, por si las moscas. Igual era una Mikado, no sé. Recuerdo que paramos en Algodor (¡qué pedazo de estación alli en medio del campo!), y después de la parada de Mora-Orgaz, me dispuse a dormir, cosa difícil, pues hacía bastante calor. A través de la ventanilla abierta, el aire traía los aromas del campo, a veces de rastrojeras, otras veces de jara, de monte, y de cuando en cuando, de zapatas de freno calientes. Al paso por los Montes de Toledo, los rítmicos sonidos del escape de la locomotora y el golpeteo de las ruedas en las juntas de los carriles se multiplicaban al reflejarse en los taludes rocosos de las trincheras. Así acunado, debí dormirme. Lo siguiente que recuerdo es una parada en medio de la oscuridad total, y una tenue luz que se acerca: es el farol de aceite de un factor de circulación.
- ¿Dónde estamos?
- En la estación de Belalcázar.
Por Don Benito ya era de día, y no era cosa de seguir durmiendo. Al llegar a Badajoz, taxi y a la faena.
- ¿Pero a estas horas y en día festivo?
- Pues ya ve usted, así es la cosa.
Imponente entrada a la ciudad, por el puente y la puerta de Palmas. A las 10 de la mañana ya estaba todo resuelto. La tormenta del día anterior, además de hacer saltar las protecciones, había dejado en cortocircuito un descargador de antena.
- ¿Qué se puede hacer en Badajoz hasta que salga el tren de vuelta?
- Yo me pensaba ir a Elvas, como hacemos todos aquí los días de fiesta, ¿te vienes?
- Bueno, si me arregláis lo de pasar la frontera.
- Eso está hecho.
Mi cliente no entendía porqué nada más llegar a Elvas le pedí que me acercase a la estación, pero así lo hizo y santas pascuas. Yo quería darme el gusto de tomar un tren extranjero y me lo dí. Um comboio dos CP me puso en Badajoz justo a tiempo para volver a Madrid vía Cáceres en el automotor de la tarde.
Eran dos coches Fiat, acoplados mediante el clásico fuelle. Desde Mérida reculamos hasta Aljucén. En Cáceres, nueva inversión de marcha hasta Arroyo-Malpartida. Allí, a recular de nuevo ¡qué mareo! Muchas obras a la derecha de la marcha, estaban haciendo una vía nueva, pues la vieja iba a quedar anegada por los embalses que se estaban construyendo. Nada más salir de Talavera de la Reina, sobresalto: huele a chamusquina. Parada de emergencia en la estación de Montearagón, se desenganchó y apartó el coche de cola, nos metimos todos como pudimos en el de cabeza, y sin más novedad llegué a Madrid 24 horas después de haber salido.
Creo que no he dicho el año: 1967.