Reproduzco el artículo aparecido hoy en el Diario de Mallorca coincidiendo con el setenta aniversario de la clausura del pequeño ramal Consell-Alaró el cual unía esta última localidad con la linea Palma-Inca. Al principio y por razones económicas funcionó por tracción a sangre.
REPORTAJE. ALARÓ I HISTORIA
Setenta años del último tren
El 24 de febrero de 1935 dejó de funcionar la línea Alaró-Consell
B. NOGUERA. ALARÓ.
Los pasajeros que bajaron del vagón y subieron las escaleras de la estación ferroviaria de Alaró la tarde del 24 de febrero de 1935 poco imaginaban que serían los últimos usuarios de esta línea regular. Meses antes, el descenso de pasajeros por la competencia de los camions (autobuses), más económicos y cómodos para llegar a Palma; la reducción del volumen de mercancías de las fábricas de calzado y las minas de carbón y el mal estado de la infraestructura -vías y vagones-, obligó a la empresa Ferrocarril de Alaró a reclamar, una vez más, la suspensión del servicio a la dirección general de Ferrocarriles y Tranvías.
Setenta años después, la antigua estación es una vivienda particular y, junto a la casa, encontramos una pequeña plaza bautizada como la plaza del Tren. La vieja losa con el nombre del pueblo que presidía la estación es el último gran recuerdo que posee este inmueble, porque ya nada queda de las cocheras subterráneas, la escalera que bajaba a la vía o el muelle. Tampoco nada queda del trazado que seguían los vagones, más que en la memoria de escasos alaroners.
El sueño de tener un acceso ferroviario hasta Palma se originó al mismo tiempo que se gestaba el proyecto del tren que uniría la capital isleña con Inca. Cuando Eusebi Estada terminó los proyectos de las líneas de Inca, sa Pobla y Manacor, se puso a trabajar en el tren de Alaró, entregando su estudio en 1875. De esa forma, el día 22 de mayo de 1881 se inauguró oficialmente la línea de Alaró, según se narra en el libro El ferrocarril a Mallorca de Nicolau S. Cañellas.
Biel Juan tenía 25 años el día que el tren se despidió del pueblo y recuerda la tristeza y la rabia que le quedó a mucha gente por esta pérdida, y también la alegría de quienes apostaban por el negocio del transporte por carretera. No se le olvida el que, probablemente, fue su último viaje con el tren, el 4 de diciembre de 1934: "Estuve un mes y medio encarcelado en Palma por haber participado en la convocatoria de la huelga general de octubre, y cuando me soltaron volví a Alaró con el tren". Juan relaciona el fin del tren con intereses económicos, "los de derechas querían poner agencias por carretera y quitar el tren, pero el alcalde socialista Pere Rosselló, sa maquineta, lo impidió. Cuando, tras la huelga, lo destituyeron, el tren duró muy poco".
Pero la supervivencia económica del ferrocarril fue una cuestión complicada en los más de 50 años que funcionó -según el libro de Cañellas, la última vez que la compañía tuvo beneficios fue en 1923- y para lograr realizar mejoras se tenía que acudir a la emisión de obligaciones, como se demostró cuando en 1921 se decidió motorizar la línea y abandonar la tracción con caballos.
Joan Ordinas de son Puça recuerda la carpeta en la que archivaba las obligaciones su padre, uno de los alaroners que financió la aventura ferroviaria. Recuerda el 19 de marzo de 1926, día que falleció su abuela en Palma y un tren especial la trasladó hasta Alaró, "donde una multitud de vecinos acudió a recibirla".
Catalina Rosselló i Tomeu Simonet (1917) recuerdan perfectamente la estación, el nombre de los dos trabajadores -Tomeu y Pau-, y rememoran los juegos de infancia de aquella generación que la tenían como escenario.
Imagen antigua del tren de Alaró llegando a la estación tirado por mulas.