Leído en www.tranvia.org
"Desde hace un par de años, y con más virulencia en los últimos meses, los grafiteros han dejado su huella en esta fotografía que parecía intacta al
paso del tiempo. Los mosaicos y las cerámicas que lucía el subsuelo de
Chamberí en los años veinte, sus ingenuos anuncios y el mobiliario de época han sucumbido a las visitas nocturnas de estos jóvenes que se cuelan, burlando la vigilancia, por los túneles del metro y que han destrozado por completo una de las joyas del suburbano. "Yo ni siquiera los llamaría grafiteros, y mucho menos artistas. Son unos chapuzas y unos vándalos que lo único que han conseguido es cargarse la estación", suspira Hilario Tirado, uno de los responsables de la línea 1.
Chamberí lleva así muchos meses: con los mosaicos rotos, los carteles publicitarios de los andenes arrancados o quemados y los muebles pintarrajeados. Pero el alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón, no hizo ninguna referencia a eso cuando prometió, en la pasada campaña electoral, que rehabilitaría la estación para convertirla en un museo que recreara el ambiente de la época. "Es necesario recuperar el patrimonio arquitectónico", dijo el entonces candidato. Un patrimonio que ahora ya sólo consiste en pintadas, basuras y las cenizas de los incendios causados por los vándalos en el interior, que ha ennegrecido el recubrimiento original de cerámica policromada.
La estación de Chamberí, obra del arquitecto Antonio Palacios, lleva 37 años cerrada. Este apeadero formaba parte de la primera línea de metro, que se inauguró el 17 de octubre de 1919 y que, con 3,48 kilómetros, recorría la distancia entre Sol y Cuatro Caminos pasando por Ríos Rosas, Martínez Campos, Chamberí, Bilbao, Hospicio y Red de San Luis.
Pero la estación se quedó pronto inservible. El día de la inauguración, Alfonso XIII hizo el recorrido de la línea en sólo ocho minutos, y con el paso de los años se comprobó que una parada en ese punto de la línea no era rentable. Su ubicación, a sólo 223 metros de Iglesia y a 310 metros de Bilbao, obligaba a los trenes a mantener una velocidad muy reducida.
El 21 de mayo de 1966, las autoridades la clausuraron sin más. Se tapiaron los accesos desde el exterior y todo se dejó tal y como estaba: no se recogieron las papeleras ni se quitaron los anuncios publicitarios, y los muebles, taquillas y tornos -hoy cubiertos por una gruesa y oscura capa de polvo- se abandonaron a su suerte. Para no perjudicar a los viajeros que utilizaban habitualmente la estación, Metro habilitó nuevos accesos a la parada de Iglesia, en la calle de Sagunto, y a la de Bilbao, en la calle de Luchana, que daban servicio a los usuarios de Chamberí."